Ahí está, como siempre, el fin del mundo, esperando con su chulería habitual, amenazante.
Lo invitaría a pasar pero él nunca entra, se queda esperando fuera, como un perro guardián.
Mis padres lo llamaban guerra fría, al mío le llamo cambio climático. Mis hijos le pondrán otro nombre.
Sin embargo, lo que nunca conseguirán es que traspase el umbral.
En las casas, es la vieja Muerte la que entra y se nos lleva uno a uno.
Tremendo
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